viernes, 8 de mayo de 2009

Pastoral Juvenil Vocacional (primera parte)

PASTORAL JUVENIL VOCACIONAL
Una mirada contemplativa de la realidad juvenil

Vivimos un período de transición epocal. Todo el planeta está pasando hoy por un momento de inestabilidad y de cambio que lleva a resignificar, a dar nueva identidad, continuamente, a las propuestas que veníamos realizando.
Cuando nuestra mirada va dirigida al mundo de los y las jóvenes, debemos partir de la idea de que sabemos poco sobre ellos y ellas y que, en primer lugar, necesitamos abordar la problemática del mundo adulto en los tiempos de hoy.
La juventud, entendida como grupo social y tema de estudio, comienza en el período posterior a la segunda guerra mundial. En esos años, se fueron dando fuertes cambios en las relaciones de producción; emerge el fenómeno del “baby bomm”, que consiste en el aumento del número de niños y jóvenes que buscan un lugar en el mundo, particularmente en el mundo del trabajo. Como no hay trabajo suficiente y condiciones mínimas para proporcionarlo, se produce otro nuevo fenómeno llamado “vacancia”: los niños pasan más rápidamente de la infancia a la adolescencia, y los adolescentes y jóvenes se demoran más en pasar a la vida adulta.
Por otro lado, en la segunda mitad del siglo XX se concede el reconocimiento jurídico de los jóvenes, un hecho clave que los convierte en personas visibles. Los jóvenes y sus derechos se legitiman. Al mismo tiempo, crece la industria cultural: el mercado, especialmente norteamericano, crea a los jóvenes como objetos de su producción, atendiendo a los gustos y preferencias propias de esa edad: la música, la ropa, los aparatos electrónicos, la diversión, etc.
La definición de juventud debiera desprenderse de los paradigmas clásicos y ponerse ante la realidad no ya de la juventud, sino de las juventudes. Si se pone a la juventud de los años sesenta como paradigma, las juventudes que vengan después se compararán con las de esa época y eso, en general, las desfavorecerá. Los adultos han creado la imagen social de los jóvenes. Por eso, es preciso clarificar bien qué es lo que ellos piensan sobre los jóvenes, porque mucho de lo que se dice tiene poco que ver con lo que realmente ellos son y viven. Podría hablarse de dos miradas: una decadentista y otra, futurista.
Para la primera, la solución es volver al pasado; la comprensión de los jóvenes es claramente sesgada y negativa. Se ponen en ellos los miedos al futuro que los adultos tienen. Dicen, por ejemplo, que los jóvenes no saben de vocación ni de futuro. En realidad lo que están diciendo es que ellos, los adultos, tienen grandes miedos y enormes inseguridades frente al futuro. Una prueba es la gran atención a las ofertas de ayudas latentes y explícitas para resolver las propias crisis. No hay lenguaje ni confianza para expresar los propios miedos frente al futuro; sin embargo, muchas veces se les escucha decir: “los jóvenes no saben lo que quieren”.
La mirada futurista, en cambio, tiende a resaltar todo lo positivo de esta época y a descartar o ignorar lo negativo. La solución es una fuga hacia adelante, que tiene la trivial idea de quedarse con las mejores cosas de esta época y creer que es posible para todos: “todo bien”, “no hay drama”, “ya fue”, “va con onda”, “va en buena”…
La idea tradicional de juventud como edad difícil y pasajera, no coincide tanto con la realidad. Siempre se imaginó la juventud como una etapa para pasar, que gusta dejar atrás. Una de las características del marco actual es precisamente que esto no sucede: los jóvenes no quieren ser adultos, no tienen apuro en dejar de ser jóvenes, no sienten que su juventud sea una edad para pasar rápidamente y poder vivir otra. Este flujo continuo forma parte de un supuesto que puede ser cuestionable y que está implicando una nueva mirada de la juventud: el niño y el joven no valen sólo porque van a ser adultos, sino porque son personas. Ellos son, y son presente.
Este aspecto de la realidad se torna importante en un planteamiento vocacional. Porque un planteo de estas características supone un proceso que conduce a la toma de una decisión responsable. Y hoy no siempre, ese proceso, coincide con las edades cronológicas de los jóvenes, en quienes esta experiencia se adelanta, o se atrasa.