Podríamos preguntarnos cómo debería entonces hacerse la transmisión de la fe, en estos nuevos tiempos. Una alternativa podría ser convertir nuestros centros en “escuelas de cristianismo”, donde podamos acercarnos al mundo interior de los jóvenes y descubrir su riqueza; esa riqueza que muchas veces no saben cómo comunicar. Hay pocos lugares donde un joven puede hacer experiencias significativas del cristianismo. Se ha insistido más en la trasmisión del catolicismo y las creencias, que del cristianismo y la fe.
Las nuevas culturas juveniles tienden a crear mundos de autorreferencia que se retroalimentan a sí mismos y con poco contacto con el mundo simbólico adulto. Esto tiene diversas expresiones, sobre todo en el lenguaje, en los espacios de socialización, en la corporalidad y en las formas organizativas. Dos rieles por donde avanza esta forma cultural juvenil son la identificación y la flexibilidad identitaria. Este mundo autorreferencial juvenil está sujeto a la propia producción simbólica.
Los adultos mientras tanto, pueden tener la idea de que los jóvenes están aislados. Pero no es tan así; una buena parte de los espacios de socialización de los jóvenes está en los medios de comunicación. Los adultos usan los medios para buscar información; los jóvenes, en cambio, para vincularse. La conexión entre los jóvenes es afectiva: se intercambian fotos, música, dibujos, poesías, etc., se exponen unos a otros. Trabajan sobre el propio cuerpo (piercing, tatuajes, body painting). No son comunicaciones interpersonales, solamente. Son espacios colectivos, comunidades virtuales.
La idea clave en esta búsqueda, es volver a pensar en los vínculos, desde otro paradigma, pensar cómo funcionan el espacio, el tiempo y lo que efectivamente los jóvenes hacen, creando mundos nuevos y diferentes a lo hasta ahora conocido.
Hay que volver pues, al campo. O sea, hay que entrar en ese mundo juvenil, poniendo entre paréntesis nuestras interpretaciones, que suelen ser rápidas y superficiales. Entrar en el mundo juvenil desprejuiciados. Los jóvenes ni están aislados ni son pasivos. De ellos nacen lenguajes nuevos, sofisticados, diferentes.
Ellos quieren identificarse y desindentificarse, es una necesidad, una búsqueda de estilo. Sus cauces para la identificación son así de flexibles. “¿Diferentes, desiguales y desconectados? Plantear los modos de interculturalidad en clave negativa es adoptar lo que siempre ha sido la perspectiva del pensamiento crítico: el lugar de la carencia”.
Ponerse en esta posición para mirar la diferencia, en el pensamiento de García Canclini que citamos, es no saber aún quienes somos.
Nos preguntamos entonces: ¿cómo reunirlos sin atropellar sus diferencias? Ciertamente el espacio inter sigue siendo decisivo porque conectarnos y desconectarnos con los otros, es parte de nuestra misma constitución como sujetos.
Preguntas para reflexionar:
¿Que te sugiere esta mirada contemplativa de la Realidad Juvenil presentada estas semana en esta sección?
¿Compartís esta mirada? ¿Qué aportes podes hacer para completar la realidad juvenil?
En tu comunidad ¿Cuál es el aporte que se hace en relación a la Pastoral Juvenil Vocacional?
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