miércoles, 1 de julio de 2009

Pastoral Juvenil Vocacional


Las transformaciones de la experiencia de Dios

No siempre la palabra religiosa remite a la experiencia de lo sagrado; hay jóvenes que no hablan de Dios, pero tienen una rica experiencia religiosa. Si queremos saber cómo es la experiencia juvenil de lo sagrado y partimos del término “Dios”, es probable que no entendamos nada. Tampoco es útil para este caso la palabra “religiosa”, porque indica un modo de organizar la experiencia de Dios. El camino es establecer una buena constelación, es decir, identificar con qué realidades está asociado, en el mundo juvenil, lo que nosotros solemos llamar “Dios”.
En las formas tradicionales de comprender la idea de Dios está ligada la idea de totalidad, de orden, de claridad; pero en una época de transición, lo que menos se percibe son experiencias de totalidad, porque se vive en el fragmento. Es probable que la manera de tener experiencia de “el todo”, sea más por intensidad que por extensión. En nuestras propuestas pastorales se presenta un Dios de baja intensidad, mientras los jóvenes están viviendo muchas experiencias de alta intensidad.
Una alternativa es ofrecer el todo de Dios en fragmentos: Jesús, judío del siglo I, crucificado y resucitado, presentado como impotente, pasible, limitado, pobre... muy distinto a las imágenes de triunfo y poder que muchas veces son las que predominan. La idea de fragmento debiera recibir una nueva dignidad, como lo es, por ejemplo, para los arqueólogos, que abordan la realidad con toda su intensidad en cada fragmento que encuentran. Lleva mucho tiempo reconstruir un escenario del pasado, cada elemento que se recupera es valioso en sí mismo y aporta un dato más.
Para llegar a la experiencia religiosa juvenil, se utilizan también las narraciones; porque el lenguaje tiene muchas funciones, una de las cuales es la expresiva o poética. El tiempo que los jóvenes dedican a construir el grupo narrando sus propias historias personales propicia la unificación. Ese es otro elemento de religiosidad. En sí mismo, no sirve para nada narrar una experiencia; sin embargo crea una experiencia de unificación en el grupo, que no existía antes de la expresión.
Para algunos la experiencia de Dios es relativamente fácil y para otros es difícil. En la cultura popular los milagros son cotidianos, siempre suceden, porque Él está siempre disponible. En cambio, donde el bienestar económico es mayor, no se está tan seguro de la disponibilidad de Dios, y se recurre más a las mediaciones. El mundo juvenil comparte la idea de que Dios puede actuar siempre. Él es parte del escenario cotidiano y es percibido de este modo hasta en personas que no creen en Dios. Por lo tanto, no se debe partir del presupuesto de que los jóvenes son ateos; hay muy poco agnosticismo juvenil.
Un rasgo común de la religiosidad juvenil es el caminar buscando experiencias de sentido, aunque no permanezcan en ellas. Algunos las llaman “pertenencias múltiples”, como hacían nuestros pueblos originarios en América Latina, que no rompían con sus creencias al pasar al cristianismo, sino que sumaban lo nuevo a lo que ya tenían. Muchos jóvenes hoy no entenderán la pastoral vocacional como un elemento de pertenencia, sino como un lugar para buscar. El desafío es ser capaces de construir comunidades de búsqueda de sentido, en donde las personas, encontrando lo que buscan, permanezcan. Hoy en día la Iglesia Católica ha perdido el “monopolio del sentido” entre los adultos, y mucho más entre los jóvenes. El mundo juvenil creció con una multitud de ofertas, y podría ser que en algunos casos la Iglesia no sea más que una estación de paso. Hay jóvenes que vuelven a las prácticas creyentes y hay otros que nunca las tuvieron.
En estas experiencias se distinguen algunas dimensiones: la comunitaria, que tiene que ver con un “nosotros”, con la pertenencia, y la ética, uniendo los valores ligados a lo religioso; la que constituye el patrimonio cultural, y la emocional, es decir, la identificación.
Cualquier propuesta religiosa debiera mantener todas estas dimensiones, a través de itinerarios presentados como canales de sentido; aunque se reconoce que lo primero que se activa del cristianismo es la dimensión emocional.
En general las combinaciones son múltiples y los ejes se combinan de a pares. Por ejemplo, hay personas que combinan lo emocional con lo comunitario. Se activa la intensificación emocional de una experiencia y con el correr del tiempo pasan a formar parte de una comunidad. Sin embargo, no se preocupan por los valores éticos de la comunidad.
Otros, combinan lo cultural y lo comunitario. Se fascinan con el patrimonio cultural de una comunidad, viven la experiencia de pertenecer a un colectivo y luego pasan a quedarse en esa comunidad.
En otros, se da la combinación del eje emocional con el ético. Por una experiencia de gran irritación ante la injusticia adhieren, a la propuesta ética cristiana.
A partir de la experiencia se demuestra que hay momentos de la historia en los que la gente emigra de sus creencias. En el campo de lo religioso, es posible que se esté dando una búsqueda de sentido, pero es probable que no haya lenguajes ni canales para expresarlo.


Preguntas para reflexionar:
1. En tu proceso personal de fe; ¿Fuiste descubriendo al Dios Trino desde la fragmentariedad o desde el todo? ¿Por qué?
2. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste “narrarse” a algunos de los jóvenes con quienes trabajas? ¿Dedicas sistemáticamente tiempo a la Escucha?
3. Como Educador ¿Serías capaz de narrar la vida de al menos 5 de los chicos/as que acompañas?
4. ¿Somos conscientes de que Hoy la Iglesia perdió el “monopolio del sentido” para los Jóvenes o seguimos pretendiendo con nuestras propuestas evangelizadores que sólo habiten estructuras eclesiales?


Recomendaciones para continuar la reflexión:
Ver la película “Diarios de escritores de la Libertad”

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