Es el Dios de la vida y el Señor de la historia que, por la Encarnación y el Misterio Pascual, ha compartido con toda la humanidad su Proyecto de amor salvador que se realiza en la construcción del Reino.
Es un Dios que se implica intensamente en la experiencia humana, en la vida e historia concreta de los hombres y, para nosotros particularmente, de las y los jóvenes, asumiendo profundamente todas sus dimensiones: afectiva, ética, comunitaria y cultural. Dios, en Jesús, dialoga con los hombres, les abre su corazón y les comparte su sueño que es el proyecto de vida en abundancia para todos en su Reino.
Por el carisma salesiano, somos especialmente sensibles a ciertos rasgos de Jesús el Buen Pastor que busca, conoce, da la vida por sus ovejas y expresa abiertamente su predilección por los pobres y los pequeños.
Creemos en un Dios que está vivo y presente a lo largo de la historia. La presencia salvadora de Jesús es contemporánea a la vida de las personas, y por lo tanto también de los jóvenes de este tiempo.
Creemos que Dios nos espera en los jóvenes para ofrecernos la gracia de un encuentro con Él.
El Dios de Jesús actúa por su Espíritu en la vida de los jóvenes y lo experimentamos intensamente en la corporalidad, en el encuentro, en la amistad, como compañero fiel de camino, acogedor, gratuito, paciente, compasivo, tierno y entrañable. Esto lo celebramos, personal y comunitariamente, en la Reconciliación, la Eucaristía y otros momentos celebrativos.
Con la iniciativa de su llamada y con el ejemplo de su vida que se da incondicionalmente, Jesús invita a los jóvenes a salir de sí mismos y a seguirlo consagrando su libertad en la entrega de la propia vida para la construcción del Reino.
Dios en Jesús se hace hermano, que hermana a todos y a todos libera. Es un Dios enamorado de lo humano, que habita en esa dimensión profunda que sólo Él conoce de nosotros mismos y en la cual todo ser humano es bondad.
Estamos llamados a contemplar la acción de Dios y de su Espíritu en la vida de los jóvenes y en nuestra vida comunitaria/eclesial, familiar y personal. Con la perspectiva de la mirada y de la experiencia de la fe sabremos descubrir, a través del acompañamiento, el valor de lo pequeño, lo humilde, lo cotidiano, lo que crece y madura lentamente, distinguiendo lo que ya está presente en el joven como acción de Dios en su vida; lo que puede aún desarrollarse mediante el trabajo educativo pastoral y lo que puede madurar en su proceso vocacional como fruto de un discernimiento compartido.
Es un Dios que se implica intensamente en la experiencia humana, en la vida e historia concreta de los hombres y, para nosotros particularmente, de las y los jóvenes, asumiendo profundamente todas sus dimensiones: afectiva, ética, comunitaria y cultural. Dios, en Jesús, dialoga con los hombres, les abre su corazón y les comparte su sueño que es el proyecto de vida en abundancia para todos en su Reino.
Por el carisma salesiano, somos especialmente sensibles a ciertos rasgos de Jesús el Buen Pastor que busca, conoce, da la vida por sus ovejas y expresa abiertamente su predilección por los pobres y los pequeños.
Creemos en un Dios que está vivo y presente a lo largo de la historia. La presencia salvadora de Jesús es contemporánea a la vida de las personas, y por lo tanto también de los jóvenes de este tiempo.
Creemos que Dios nos espera en los jóvenes para ofrecernos la gracia de un encuentro con Él.
El Dios de Jesús actúa por su Espíritu en la vida de los jóvenes y lo experimentamos intensamente en la corporalidad, en el encuentro, en la amistad, como compañero fiel de camino, acogedor, gratuito, paciente, compasivo, tierno y entrañable. Esto lo celebramos, personal y comunitariamente, en la Reconciliación, la Eucaristía y otros momentos celebrativos.
Con la iniciativa de su llamada y con el ejemplo de su vida que se da incondicionalmente, Jesús invita a los jóvenes a salir de sí mismos y a seguirlo consagrando su libertad en la entrega de la propia vida para la construcción del Reino.
Dios en Jesús se hace hermano, que hermana a todos y a todos libera. Es un Dios enamorado de lo humano, que habita en esa dimensión profunda que sólo Él conoce de nosotros mismos y en la cual todo ser humano es bondad.
Estamos llamados a contemplar la acción de Dios y de su Espíritu en la vida de los jóvenes y en nuestra vida comunitaria/eclesial, familiar y personal. Con la perspectiva de la mirada y de la experiencia de la fe sabremos descubrir, a través del acompañamiento, el valor de lo pequeño, lo humilde, lo cotidiano, lo que crece y madura lentamente, distinguiendo lo que ya está presente en el joven como acción de Dios en su vida; lo que puede aún desarrollarse mediante el trabajo educativo pastoral y lo que puede madurar en su proceso vocacional como fruto de un discernimiento compartido.
Preguntas para reflexionar:
¿Con cuál imagen del Evangelio te sentís más identificado?
¿Con que actitudes, acciones, en nuestra comunidad educativa, hacemos presente la imagen del Buen Pastor, que conoce y da la vida por los chicos?
¿Cómo celebramos al Dios de Jesús?
¿Los Jóvenes encuentran el gusto a las celebraciones que les proponemos, sobretodo la reconciliación y la Eucaristía? ¿Por qué?
¿Con cuál imagen del Evangelio te sentís más identificado?
¿Con que actitudes, acciones, en nuestra comunidad educativa, hacemos presente la imagen del Buen Pastor, que conoce y da la vida por los chicos?
¿Cómo celebramos al Dios de Jesús?
¿Los Jóvenes encuentran el gusto a las celebraciones que les proponemos, sobretodo la reconciliación y la Eucaristía? ¿Por qué?
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